YA HAY UN CISMA en la
Iglesia (Mons. Schneider)
(Adelante la Fe, 9 de Noviembre, 2016).- El obispo Athanasius Schneider, apologeta de la fe
católica reconocido internacionalmente,
admite que ya estamos viviendo un extraño cisma en una parte del clero que
profesa la unión con el Papa pero ha quebrado su unión con Jesucristo, la
Verdad, y con Jesucristo, la verdadera Cabeza de la Iglesia. El obispo
Schneider realizó estos comentarios en una entrevista reciente con la estación
de televisión francesa por internet TV Libertes el
pasado 4 de diciembre.
(Vídeo)
Terres de mission n°10
avec Mgr Schneider, évêque auxiliaire de l'archidiocése d'Astana https://www.youtube.com/watch?v=HHJHxH4Uv8Y
Habiendo respondido a la pregunta
sobre qué podría pasar si la dubia presentada por los cuatro cardenales
permanece sin respuesta, le preguntaron al Obispo Schneider si hay riesgo de
cisma en caso de continuar el silencio por parte del Papa. El obispo Schneider
respondió:
“No solo hay riesgo de cisma sino que ya existe un cierto tipo de
cisma en la Iglesia. En griego, cisma significa separarse de la totalidad del
Cuerpo. Jesucristo es la totalidad del Cuerpo de la Verdad Divina, y la unidad
en Su cuerpo sobrenatural es también visible. Pero hoy estamos viendo una
extraña forma de cisma. Externamente, numerosos eclesiásticos salvaguardan la
unidad formal con el Papa, a veces por el bien de sus carreras o por una
especie de papolatría. Y al mismo tiempo quebraron su unión
con Jesucristo, la Verdad, y con Jesucristo la verdadera Cabeza de la Iglesia.
Por otro lado, hay eclesiásticos denunciados como cismáticos a pesar de
que conservan la paz canónica con el Papa y siguen siendo fieles a Jesucristo,
la Verdad, promoviendo Su Evangelio con diligencia.
Es evidente que los que de verdad son cismáticos interiormente, en
relación a Jesucristo, utilizan la calumnia con el propósito de silenciar la
voz de la verdad, proyectando absurdamente su propio estado de cisma interior
en aquellos eclesiásticos que, indiferentes al halago o el vapuleo, defienden
las verdades divinas.
De hecho, tal como dicen las escrituras, la palabra de la Verdad Divina
no está encadenada. Incluso si un número de oficiales con altos cargos en la
Iglesia de hoy oscurecen la verdad de la doctrina sobre el matrimonio y su
disciplina inmutable, esta doctrina y disciplina se mantendrán siempre
inalterables en la Iglesia dado que la Iglesia no es una fundación humana, sino
divina.”
Al comienzo de la entrevista, el
Obispo Schneider explicó la naturaleza de las creencias cismáticas impuestas en
la Iglesia a través de ciertos eclesiásticos:
“Antes que nada, mi cuestionamiento de Amoris Laetitia concierne el
asunto concreto de admitir a los divorciados vueltos a casar a la sagrada
comunión. De hecho, durante los últimos dos sínodos sobre la familia, y luego
de la publicación de Amoris Laetitia hubo, y continúa habiendo, una ardua y
tempestuosa lucha sobre este asunto concreto.
Todos estos eclesiásticos quieren otro evangelio, es decir un evangelio
con derecho al divorcio, un evangelio de libertad sexual — en resumen, un
evangelio sin el sexto mandamiento de Dios. Estos eclesiásticos utilizan todo
tipo de medios malvados, es decir trampas, decepción, retórica y dialéctica
maestras, e inclusive la táctica de la intimidación y la violencia moral, para
conseguir su objetivo de admitir a los divorciados vueltos a casar a la sagrada
comunión, sin la condición tradicional de vivir en perfecta continencia,
condición requerida por la ley divina.
Una vez alcanzado el objetivo, si bien limitado a los llamados casos
excepcionales de discernimiento, queda abierta la puerta para introducir el
evangelio del divorcio, el evangelio sin el sexto mandamiento. Y este ya no
será el Evangelio de Jesucristo, sino un anti-evangelio, un evangelio según el
mundo, aunque a dicho evangelio lo embellezcan con palabras tales como
“misericordia”, “solicitud maternal”, o “acompañamiento”.
En este contexto, debemos recordar una exhortación apostólica de San
Pablo que dijo, “Pero, aun cuando nosotros mismos, o un ángel del cielo os
predicase un Evangelio distinto del que os hemos anunciado, sea anatema.”
(Gálatas 1:8).”
En respuesta a la pregunta si había
sucedido algo así antes en la Iglesia, el obispo Schneider respondió:
“En cuanto a la doctrina y la práctica relacionada con el sacramento del
matrimonio y la inmutable validez de la ley moral, estamos siendo testigos en
nuestro tiempo de una ambigüedad de tal alcance, comparable solo con la
confusión general de la crisis arriana del siglo VI.”
Ante la pregunta de qué podría
suceder si la dubia presentada permaneciera sin
respuesta por parte del papa Francisco, el Obispo Schneider respondió:
“La principal responsabilidad del Papa está establecida por Nuestro
Señor de forma divina, y consiste en confirmar a los hermanos en la fe. El
confirmar en la fe significa disipar dudas y traer claridad. Solo el servicio
de clarificar la fe genera unidad en la Iglesia y es la primera e ineludible
responsabilidad del Papa.
Si en las actuales circunstancias el Papa no cumple su tarea, los
obispos deberán predicar indefectiblemente el evangelio inmutable sobre la
doctrina divina de la moralidad y la disciplina perenne del matrimonio. Incluso
procediendo fraternalmente de estar manera para ayudar al Papa, porque el Papa
no es un dictador. Y de hecho, Jesucristo dijo, “Los jefes de los pueblos, como
sabéis, les hacen sentir su dominación, y los grandes sus poder. No será así
entre vosotros, sino al contrario: entre vosotros el que quiera ser grande se
hará el servidor vuestro, y el que quiera ser el primero de vosotros ha de
hacerse vuestro esclavo.” (Mateo 20:25-27).
Más aún, toda la Iglesia debe rezar por el Papa, para que encuentre la sabiduría
y el coraje para cumplir con su responsabilidad primaria. Cuando San Pedro, el
primer Papa, fue encarcelado, toda la Iglesia rezó sin cesar por él y Dios lo
liberó de sus cadenas.”
Al comienzo de su entrevista, el
obispo Schneider señaló que el papa Francisco ha dejado claro que Amoris Laetitia no es parte del
Magisterio:
“El valor magisterial de la exhortación apostólica Amoris Laetitia está
determinado por la intención de su autor, el papa Francisco, quien expresó con
afirmaciones claras, por ejemplo la que cito a continuación: “quiero reafirmar
que no todas las discusiones doctrinales, morales o pastorales deben ser
resueltas con intervenciones magisteriales.” (AL 3). Estas son las palabras del
Papa.
Según el Vaticano II, la función propia de un acto magisterial consiste
en, cito: “Este Magisterio, evidentemente, no está sobre la palabra de Dios,
sino que, enseñando solamente lo que le ha sido confiado, la sirve en cuanto
que por mandato divino y con la asistencia del Espíritu Santo la oye con piedad,
la guarda con exactitud y la expone con fidelidad, y de este único depósito de
la fe saca lo que propone que se debe creer como divinamente revelado.”(Dei
Verbum, 10).
Con sus palabras, el papa Francisco ha dejado en claro que no tenía la
intención de postular su propia enseñanza magisterial. Según el papa
Francisco, el objetivo de Amoris Laetitia era crear una situación para
discusiones doctrinales, morales y pastorales, y que estas discusiones no
necesitan resolverse con el Magisterio.”
Comentario
El cisma es un pecado mortal contra
la fe de la Iglesia que el Catecismo de la Iglesia Católica describe como
quebrando el primero de los diez mandamientos, “Adorarás al Señor tu Dios y
solo a él servirás.” Estamos obligados a nutrir y proteger, con prudencia y
vigilancia, la fe heredada de los apóstoles y el regalo individual de la fe
entregado a nosotros por gracia de Dios. Debemos hacer todo lo que esté en
nuestro alcance, con asistencia del Espíritu Santo, para rechazar todo cuando
se oponga a la fe.
Tal como advierte el obispo
Schneider, un número indeterminado de eclesiásticos vive en un estado de cisma
interior contra la verdad divina de Jesucristo, y están utilizando medios
malvados para esconder la realidad de su cisma, incluyendo la táctica de la
intimidación y la violencia moral. Para justificar su cisma, estos
eclesiásticos también intentan proyectar la acusación del cisma contra el
clero, como los cuatro cardenales que con prudencia y seriedad buscan proteger
la fe. Los insultos personales y ataques dirigidos a los cardenales que
presentaron la dubia indican la verdad sobre quiénes son
los verdaderos cismáticos, dado que el cisma es un pecado contra la caridad.